(Corresponsalía Corrientes) Quince días pasaron desde aquel inicio complicado de la Convención Constituyente que exhibió por dentro instalaciones casi colmadas y por fuera ánimos exacerbados y caldeados, instigados innecesariamente por convencionales “agitadores” y sus partidarios; que acusando a la policía de impedirles el paso, cargaron contra los uniformados, intentando ingresar por la fuerza, como un “malón”, en el momento previo a la inauguración.
Tal vez aparezca como exagerada la apreciación, pero de un tiempo a esta parte embarga la sensación que mientras una mayoría intenta avanzar con una reforma seria, desde sectores minoritarios pareciera -desde el tiempo de la ampliatoria-, que buscan hacer caer la convención. En algo que nada debiera tener que ver con la politiquería, pero adonde evidentemente, todo tiene que ver con todo, en este año electoral.
Tal vez porque algunos piensan errónea y mezquinamente que la reforma “es para Arturo” y no para el pueblo de Corrientes; que con modificaciones mediante busca asegurar derechos, fijar garantías, establecer nuevos institutos y organismos de contralor, mejor calidad de vida, etc. ¿Y por qué no, la posibilidad de poder reelegir por único mandato a un gobernador, como a un presidente?
Más allá de las acusaciones y los polémicos chisporroteos producidos en el recinto por cuestiones que consumen lastimosamente el tiempo, en estériles debates de temas baladíes, pareciera que como herramienta alternativa a la poca profundidad o carencia de ideas de algunos sectores, la violencia y el escándalo se entronizan como una válida opción para desestabilizar y ver si “el diablo Ricardo mete la cola”.
Lo cierto es que fuentes policiales aseguran que en aquella primera jornada de asamblea constituyente, fueron decomisados piedras y elementos contundentes que pretendieron ser ingresados al recinto por militantes y agitadores de un frente social.
Quince días después, el 26 de marzo, fueron retiradas más de un centenar de cubiertas y neumáticos de automóviles, que bajo la cobertura de una lona se apilaban al costado de la carpa de los movilizados durante la guerra de Malvinas, que acampan allí porque quieren cobrar una pensión igual que un combatiente que se las tuvo que ver de frente contra el enemigo.
La explicación del único manifestante “tempranero” que estaba de “guardia en el puesto” antes de las 9, fue que a falta de leña “pensaban usar las gomas como combustible para cocinar”. Pero la policía que tenía advertida la maniobra piromaníaca reservada posiblemente en el contexto de la convención o de alguna protesta gremial procedió a retirar las gomas en un operativo relámpago con un camión de mediano porte que estacionó frente a la legislatura y de culata a la plaza.
¿Quién hizo semejante acopio de gomas, que ocupaban el volumen equivalente al de un fiat 600 y para que? ¿Quiénes y porqué utilizan la protesta de un sector, y la existencia de carpas en la plaza para convertir la zona en una barricada? ¿Por qué tanto sigilo en ocultar el material combustible, de difícil extinción bajo el prolijo manto de lona que se asemejaba a una carpa “iglú”? De momento los interrogantes no tienen respuesta. Pero las fotos tomadas de un celular le podrán seguramente ilustrar la “dimensión”, de una patria piquetera que algunos se empeñan en erigir.