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14 de Septiembre, 2007 · General

RAUL BARBOZA


RAÚL BARBOZA

“El acordeón es el que habla, él traduce todas mis emociones”

 

Emocionado por el reencuentro “el embajador del chamamé” Raúl Barboza deslumbró a los operarios de UTRASA (Unión de Trabajadores Sanluiseños) la fábrica de calzados ex Gatic y al pueblo de San Luís del Palmar con sus mágicos acordes, su expresión serena y la sencillez de sus palabras.

 

Esta gratificante experiencia se produjo por iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Nación que diseñó el programa “música en las fábricas” que busca acercar a los artistas con la clase trabajadora. “Fueron los compañeros de Gatic los que pidieron participar en el programa. Luego cuando desde la secretaría les preguntaron cual sería un artista de su preferencia, surgió de ellos el nombre del maestro”, dijo en conferencia de prensa Gerardo Borrello, coordinador del programa.

 

El maestro Correntino que aprendió con Ramón Estigarribia, Isaco Abitbol, Tránsito Cocomarola y Ernesto Montiel, reconoce también las influencias de Oscar Alemán, Astor Piazzolla, Oscar Peterson y Ella Fitzgerald, respondió acerca del porqué con un interrogante: “¿Cómo no voy a venir a tocar a estos lugares donde el hombre ha recuperado su dignidad?

 

Con una modestia innata admite, “soy apenitas un músico que a través de su instrumento (y sin palabras) intenta expresar los sentimientos de mi interior, la alegría, la tristeza, la soledad, todo eso que se refleja en lo cotidiano. Yo estoy muy feliz de venir luego de 7 años a la Argentina (a excepción del año pasado a la fiesta del Chamamé y una anterior actuación en el vera). Cuando a veces me preguntan porque me fui, yo digo: nunca me fui de Argentina, solo partí para otro lugar del mundo, las circunstancias hicieron que me quede”.

 

“Mi padre me enseñó desde muy chico a no pedir, a mí me enseñó a dar. Por eso el hecho de ir a tocar esta noche significa que vamos a ir a dar a través del acordeón la posibilidad que el espíritu del hombre pueda recibir emoción a través de la música. Yo voy a dar eso que aprendí en estos últimos 60 años de músico (yo voy a cumplir 68 años), a mantener la mano y el corazón abierto, porque yo he recibido tanto que lo único que me resta por hacer en este tiempo de vida que me quede es dar. Como la única cosa que yo puedo dar y ofrecer sin ninguna mentira y nada escondido es a través del acordeón que él expresa todo mis sentimientos, es él, el que habla, el que traduce todas mis emociones a aquellas personas que vienen a escuchar a ese humilde músico que soy yo”.

 

A veces me preguntan si yo voy a utilizar un instrumento electrónico o modismos musicales, un contratiempo. Digo ¡no!, y me preguntan ¿usted vive del chamamé nomás en Europa? Y yo digo de la misma manera como yo no conozco ningún guitarrista flamenco que se venga a la Argentina y toque tangos.  “No tenemos escuelas para enseñarles a los chicos que la creatividad es importante, que nuestros ritmos son importantes. Los músicos de tango es difícil que toquen chamamé porque no les entra en la estructura europea que respetan", apunta para recordar, tarareando, la complejidad estructural de la música del Litoral y la arquitectura de su belleza”.

 

“Esto nos pasa con las estructuras y aquí lo que se suele hacer es denigrar lo nuestro, cuando en realidad hay que enseñar a escribir la música con nuestros acentos”. Recuerda entonces que sus maestros, Alfredo Abalos, Hugo Díaz y sus pares Jaime Torres y el Chango Farías Gómez tuvieron el mismo problema que él con las escuelas de música. En mi caso aprendí de grande a escribir, porque necesitaba”, apunta.

 

“En Europa no se enseña la música Sudamericana y es responsabilidad nuestra”. Barboza recomienda a los músicos nuevos subir al escenario a ofrecer, no a demostrar virtuosismo. “Una nota bien vestida vale más que una catarata de semicorcheas”, ejemplifica. “En esa hora y media que dura el espectáculo, yo estoy haciendo un trabajo y tiene que estar bien hecho, porque para ofrecer, hay que dar lo mejor que se tiene. Mi acordeón es un amigo, es mi compañero, es como un lunar que tengo aquí en el pecho, que se me apoya en la rodilla y cuando lo aprieto grita y dice cosas. Y no se equivoca, a veces con la palabra podemos maniobrar. Con la música no se maniobra”.

 

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publicado por horacionews a las 15:03 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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